TESIS DEL Dr. MIGUEL ANGEL PAGÉS (Argentina) |
SIMILITUD SEGÚN LA FORMA DE SER Y DE ESTAR No existe ninguna duda de que los tiempos han cambiado. Nuestra sociedad actual se entrelaza entre valores antiguos y nuevos parámetros. Estamos en el tercer milenio, siglo XXI. ¿Cómo es nuestra sociedad? ¿Qué y como somos? ¿De donde venimos y adonde vamos? Estas y cientos de preguntas nos invaden constantemente. Nadie en realidad tiene las respuestas. Despojándonos de nuestra individualidad y trasladándonos a nuestro rol de médicos homeópatas nos surge otro gran interrogante ¿Cómo es nuestro paciente? Uno de los requisitos para la correcta práctica de la homeopatía es saber observar. Desde que el paciente entra en nuestro consultorio tratamos de grabar en nuestra mente su forma de caminar, de vestir, de sentarse, de mirarnos. Pretendemos por lo estudiado hacer una analogía con algún remedio. Es delgado, nervioso, acomoda las cosas de nuestro escritorio, enseguida pensamos en Arsenicum. Viene desaliñado, sudoroso, desprolijo, Sulphur surge en nuestra mente. Y así puedo dar múltiples ejemplos. Pero en nuestra vida ¿siempre nos comportamos igual? Somos de una forma cuando estamos atendiendo a nuestros pacientes en el consultorio. Cambiamos cuando ya distendidos llegamos a nuestro hogar y entramos en interacción con los miembros de nuestra familia. Dulces ante el abrazo de un hijo, enérgicos cuando debemos dar una reprimenda. ¡Que diferentes cuando jugamos un partido de fútbol con los amigos del barrio! Diferentes cuando manejamos en la ciudad en un itinerario conocido que cuando estamos en algún lugar que no conocemos. Podemos decir hasta que somos diferentes en algunas horas del día. Ni hablar de las diferentes etapas de la vida. Vamos cambiando porque vamos aprendiendo por el paso de los años y las experiencias vividas. Ahora, si estamos aceptando que en un mismo día podemos ser diferentes, es decir, tolerantes, tiernos, enérgicos ¿Qué sucede con nuestros pacientes? La escuela Kentiana sostiene que los síntomas mentales enseñorean el cuadro clínico. Es decir, son los más importantes para poder encontrar el simillinum. Puedo decir que estoy de acuerdo pero con un pero. Son importantes y fundamentales después de haber, a través del tiempo, conocido a nuestro paciente. En la primera consulta nos encontramos ante un extraño, hablamos por una hora o más y pretendemos que hemos encontrado el remedio que lo va a sanar. Pero cuidado, hemos encontrado y con mucho esfuerzo en una primera consulta, el remedio de su forma de ESTAR. Decimos de su forma de estar porque es la imagen que él nos quiere mostrar para que podamos ayudarlo. Una cosa es que concurra por un cuadro lesional característico donde los síntomas mentales tienen relativa importancia y otra cosa es que concurra por un cuadro emocional que prevalece en su motivo de consulta. ¿Es fácil que ante un extraño manifestemos que somos extremadamente celosos, posesivos, indiferentes, que tenemos ira, odio? Evidentemente que no. Siempre vamos a tratar de mostrar lo mejor de nosotros mismos y lo que es peor, desde una sola óptica. ¿Podemos pretender conocer a una persona en una hora? La respuesta es imposible. Vamos a conocer una parte de él o una manifestación para que lo podamos ayudar. Entonces en esa primera consulta lo vamos a repertorizar por su forma de estar y ese medicamento lo va a ayudar. Con es transcurso del tiempo, luego de varias consultas podemos encontrarnos que conocemos facetas diferentes de su personalidad que no cambian. Con el tiempo conocemos sus vivencias y como ha reaccionado ante cada una de ellas. Es decir, estamos conociendo su forma de SER. Muchas veces, sino pecamos de soberbia, debemos admitir que nos hemos equivocado en una primera apreciación. Quiero presentarles un caso que avala lo dicho anteriormente. Llega por primera vez a consulta una señora de 49 años aquejada de un trastorno circulatorio caracterizado por várices dilatadas, inflamadas, que le provocan dolores fascinantes. En el transcurso de la consulta muestra un carácter suave, complaciente. Manifiesta que vive con su esposo hace 25 años y que tiene tres hijos. Cuando habla del mayor que estudia en la Ciudad de Córdoba, deja escapar una lágrima porque manifiesta extrañarlo mucho. Allí aclara que gracias a la comprensión y el apoyo de su esposo salió de un cuadro depresivo cuando el hijo se marchó. Luego de una hora de consulta, teniendo en cuenta los síntomas mentales, generales y locales le prescribo Pulsatilla. Regresa a los 30 días con una mejoría manifiesta, salvo un dolor de cabeza, que lo había manifestado en su primera consulta que no mejoró. Le indico como complementario Argentum nitricum (por la modalidad del dolor). También me manifiesta que se siente muy bien de ánimo, que sigue extrañando a su hijo pero que no llora más. Pasaron tres meses y concurre nuevamente. Su forma de entrar, de sentar y de mirarme me llamó la atención. Ya no era la mujercita suave, dulce de las veces anteriores. Tenía un gesto duro, hasta diría agresivo. Sin preámbulos me cuenta que se separó porque descubrió una infidelidad de su marido en su propia casa. No llora, por el contrario, gesticula y levanta la voz. Trato de contenerla, suavizando la situación y rechaza el consuelo diciendo que todos los hombres son iguales y que se cubren entre ellos. Manifiesta que le va a iniciar demanda de divorcio porque quiere dejarlo en la calle. Por decepción de amor y otros síntomas más le prescribo Phosporicum Acidum. Con el tiempo y a través de otra paciente amiga de ella me entero que el matrimonio estaba en crisis por los celos injustificados de la misma que hacían la convivencia prácticamente imposible. ¿Qué sucedió? ¿Es Pulsatilla, Lachesis, Phosporicum Acidum? Con el tiempo y a través de varias consultas que atravesaron el duelo de su separación no tengo ninguna duda de que es Pulsatilla. Pero que hubiera sucedido si la primera consulta hubiera sido justo en el momento de descubrir la infedilidad? Por todo lo expuesto debemos agregar una similitud entre el remedio y la enfermedad por la forma de SER y de ESTAR. Esto no lo lograremos nunca en una primera consulta, debemos tener paciencia y esmerarnos por conocer a nuestro paciente. Quiero aclarar que existen casos "de libro", pero estos son los menos. |
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